Sin resignar el espacio exterior por la altura
Cada vez nuestras vidas se ven más envueltas en nuestras grandes ciudades, que crecen a un ritmo mayor a lo que imaginamos, y al mismo tiempo la vida urbana cada vez es más sofisticada y repleta de personas; donde el espacio físico se ve más reducido con la constante necesidad de ganar más y más metros y lugares donde vivir, es ahí donde surgen nuestras grandes torres de edificios, que cada vez se pelean más por quien llega más alto.
Es ahí donde nuestras vidas se empiezan a ver afectadas por este crecimiento totalmente invasivo a nuestras formas de vivir más antiguas, donde la proporción entre lo construido y el espacio libre era el mismo.
Las ciudades se transforman como se transforman nuestros hábitos al vivirlas, donde el espacio propio, verde, exterior, se abandona y comienza a ser colonizado por bloques duros y sin vida hechos de hormigón, que llamamos edificios,
es así y casi sin darnos cuenta cuando renunciamos a nuestros derechos al espacio exterior, que ahora se convierten cada vez más en privilegios del que puede tenerlos; así mutan nuestras ciudades y nosotros con ellas.
… posibilidad de respirar aire exterior, mirar y estar, al mismo tiempo que el edificio crece en altura, variando y combinando los espacios exteriores que se vinculan con el interior del edificio, rompiendo esa caja de zapatos que la gente acostumbra a vivir, flexibilizándola y produciendo esta sensación de desagrupación de cada parte del edificio construido…
Analizando esta problemática es cuando nos preguntamos, ¿Vale la pena vivir de esta forma? Como si fuéramos el stock de zapatos de una tienda, colocados en cajas ciegas que solo están pensadas para estar, no para vivir, y así nuestras casas se apilan cada vez más alto en una tienda que llamamos ciudad.
Con este planteo podemos empezar a analizar el proceso de diseño de los estudios de arquitectos POGGI Architecture y MORE Architecture, que decidieron tomar una decisión fuerte pero que cambiaban las reglas de juego, aplicada en un edificio de viviendas ubicado en Saintes, Francia, el cual propone una respuesta, a la necesidad de espacio exterior, y al derecho de tener nuestros propias expansiones.
Hacerlo en el suelo era algo que ya no se podía conseguir, como una regla impuesta por nuestras actuales ciudades hambrientas de espacio y metros para seguir creciendo, pero es de esta forma que surgió este edificio, poniendo en jaque esta norma socialmente aceptada; brindándonos de esos espacios personales, de esa posibilidad de respirar aire exterior, mirar y estar, al mismo tiempo que el edificio crece en altura, variando y combinando los espacios exteriores que se vinculan con el interior del edificio, rompiendo esa “caja de zapatos” que la gente acostumbra a vivir, flexibilizándola y produciendo esta sensación de des agrupación de cada parte del edificio construido, que no es más que una expresión visual de que ahí sucede algo diferente y nuevo, que representa un replanteo en nuestras formas de vivir.
Las ciudades son lo que son por nosotros, pero también evolucionan por nosotros, y por nuestras decisiones
Las ciudades son lo que son por nosotros, pero también evolucionan por nosotros, y por nuestras decisiones, es por eso que todavía tienen una luz de esperanza porque no son autónomas, dependen de nuestras acciones como creadores y usuarios; y es así que obras como este edificio son la forma de mostrar un camino a seguir, donde podemos vivir mejor; sin importar lo difícil que sea el problema, siempre hay una buena respuesta para mejorar nuestra vivencia en nuestro hábitat “natural”.
Apasionado por la arquitectura y el diseño como herramienta para llegar a las personas con lo que nosotros somos en una forma expresiva. «La arquitectura es nuestro habitad y el diseño es quién lo nutre»