Diana Vreeland, Un registro de ciclo

Ciclos, etapas, círculos. Bella Époque, 1903, patrones estéticos. Embellecer el pasado europeo, nacimiento de Diana Vreeland, figura excéntrica.

Hay una infinidad de lugares, de paisajes, de ciudades; ciudad de paisajes.

Hay millones de personalidades naciendo, creciendo, mutando, muriendo.

Hay un desarrollo en el tiempo, una gestación humana y una combinación de gente que pasea por distintas etapas creciendo en ciudades de paisajes; círculo incesable. El círculo vital comprendido como conjunto social, como vestir cultural. Son muchas vorágines de vidas viviendo en simultáneo, en algún sitio, rotando de etapa, cambiando de círculo. Y dentro de esta fusión de seres, lo más rico es reconocer las individualidades. La individualidad como la distinción entre pares, lejos del yoísmo, cerca de ser distintos. Y todos endulzan, todos tienen “ese no sé qué”. Todos son uno, todos son pueblo, todos son como una gran institución que comprende ciudades de paisajes. Y todos tan distintos, imprescindibles, como dedos de una mano. Es que la razón de ser de cada uno  define al próximo. Somos el espacio que nos dejan ser y también somos lo que conquistamos sin invadir, sin invadirlo todo.

Ciclos, etapas, círculos y una varita mágica. En cada instante que transcurre, alguien está recibiendo un golpe de suerte, una bendición, un homenaje, una casualidad, una causalidad; cierta magia.

Y en la vorágine de nuestro círculo, en alguna etapa de nuestras vidas nos acaricia esa varita para cerrar un ciclo o por qué no para ser gurúes de uno nuevo.

Y en aquella ronda de gente, la magia invadió a Diana Vreeland en 1936. New York, editora de moda, Harper’s Bazaar. Desde ese entonces el círculo incesable de la efímera moda comenzó a revalorizar ciertos conceptos gracias a su importante fuerza creativa. Su personalidad de ser en todos los detalles llegó a la sociedad a través de las páginas de las biblias de moda del momento; el sector editorial cambió de rumbo.

Diana Vreeland,  la excéntrica dama, es digna de consagrar en este encuentro para habitar sus círculos, recorrer sus paisajes de ciudades y alabar los ciclos de moda que ella abrió y que hoy nos circundan…

Y estas cosas ocurren de repente, sin demasiadas explicaciones: una noche la suerte alaba su mente. Así fue que Carmel Snow, directora de la revista Harper’s Bazaar le ofrece una columna en su espacio titulada Why don’t you? Allí, Diana les enseñó a las lectoras a romper con sus pensamientos rígidos  de una manera revolucionaria con frases como: “¿Por qué no pintas el mapa del mundo en las paredes del cuarto de tus hijos para como que no crezcan con un punto de vista provinciano?”, “El bikini es lo más importante desde la bomba atómica”.

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Les enseñó también a viajar por ciudades de paisajes, a apreciar la belleza de lo diferente, contar historias en el vestir y a percibir la perfección hecha producción a través de las páginas de Harpers Bazaar primero (entre 1936 y 1962)y Vogue luego (entre 1962 y 1971).

   En definitiva, quería hacerles entender que “la única elegancia está en la mente; si la tienes, el resto viene solo”.

Ella, tan pionera, después de tantos años en el cargo, dio origen a la profesión de editora de moda porque “Antes eran señoras de sociedad que les ponían sombreros a otras como ellas”. Y gracias a Diana se abrieron las mentes hacia un concepto nuevo y liberal para venerar hallazgos creativos en materia de Moda.  Al barajar las páginas de cada número editado, algo olía a cambio de paradigma; Ciclos, etapas, círculos. Porque en los años ’40, la chica de revista estaba atada a una pose bonita que les era dictada. En cambio, en los ’50 el juego fotográfico se tornaba más interesante de la mano de creativos como Richard Avedon, Louise Dahl Wolf, entre otros… entre Harper’s Bazaar. Y entre las hojas de Vogue en los 60’ se fundía la revolución estética de esa época dictando nuevas tendencias de belleza.

Ella, tan relevante de historia, guió a las lectoras con consejos generados desde su yo más interno.  Consejos que trascienden etapas, y  llegan a los oídos nuestros. Es que la historia que cada uno lleva en el cuerpo puede servir en un futuro para dictar una realidad que deseábamos estar. Ella fue desde el desprecio de su madre por comparaciones con su hermana (por una distinta concepción de belleza), a un cambio de mirada donde los defectos eran felicitados porque la imperfección era la expresión de lo más bello. Del complejo de inferioridad a la formación de su personalidad tan única, tan decidida, tan omnipresente, tan exigente; tan referente.

Y la magia parecía desmoronarse al retirarse de Vogue en 1971 por discrepancias con el grupo ejecutivo. Pero aún así, su esencia se revitalizó para potenciar aquello que llevaba dentro… Así de fugaz sintió ese poder del que formaba parte y así de rápido la varita mágica la visitó otra vez.

Desde 1972 fue consultora del Costume Institute del museo Metropolitano y organizó exposiciones que emocionaron a muchos visitantes. Sus pensamientos fueron esparciéndose por el público expectante. Allí pasó su última etapa en moda, en cuerpo y alma… y en 1989 se despidió de los pies sobre la tierra para mantenerse viva en el recuerdo de sus seguidores.

Y entonces, recordando sus últimos pasos, volvemos a retomar su ruedo…

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Ella, tan visionaria logró explayar sus proyecciones en las galerías del Met generando un nuevo mundo de fantasías lleno de inspiraciones para diseñadores, fotógrafos y artistas. Cambió de círculo y transitó una etapa más experimental. Abrió un ciclo dónde la vestimenta era concebida también como una obra maestra:”La moda como arte elevado”. Ciclo que justificó inmortalizando el grado de valor de la moda para comprender la sociedad desde el punto de vista cultural.

Y así fue cómo la magia envolvió a Diana,  una vez más sobre un pedestal del buen gusto, para dictar pequeñas revoluciones de vestir, de sentir, de vivir. Y nos abrió puertas para pensar en cada poética de su hablar:

  La moda es parte de la vida diaria y cambia todo el tiempo, con cada acontecimiento. Uno puede ver el advenimiento de una revolución en la ropa. Uno puede ver y sentir todo en la ropa.

Amplió sus palabras en dos libros: Allure –donde compartía todas sus inspiraciones y sus fetiches– y D.V. –la autobiografía.

Y hoy, su nieta Lisa Immordino, continúa esa sinergia en un documental titulado “The Eye Has to Travel”.

Y gracias al registro de la historia de esta dama de moda, hoy podemos absorber sus conocimientos e interpretar sus visiones para replantear el paradigma que habitamos.

En nuestra línea de tiempo, volvemos al pasado para hacer memorándum.

Y en esta ruleta de vida, en algún momento nos señala la bolilla. Es un golpe de luz que descubre esa realidad que imaginamos, que fuimos creyéndola y que ahora nos destaca. Es una varita mágica.

Son momentos únicos que hacen relucir una de las cualidades que llevamos aquí dentro, debajo del vestido que llevamos puesto.

Y por más que nos cueste asumirlo, es tiempo de salir del freno, del desprecio ajeno.

Ciclos, etapas, círculos. Es entrar en la etapa de desarrollo para endulzar la humanidad que a veces duerme, que  a veces es haragana.. y así ayudar a replantear el vínculo en sociedad, la revolución de estar acá y no allá, el paradigma de vestir para cambiar, la indumentaria como el modo de proyectarnos e  identificarnos más; ser individuos en sociedad.

Porque Diana nos enseñó que la revolución de nuestras mentes nos hará brillar si alcanzamos ser cada día más nosotras mismas porque “un vestido nuevo no te lleva a ningún lado; es la vida que vives con ese vestido, y el tipo de vida que has llevado antes y la que vivirás después.”

  

Y aunque sigas bajo un velo de imagen frívola, es tiempo de creerte bella por excéntrica y emperatriz de esta época; ¿Por qué no?

  • Fashion is not something that exists in dresses only. Fashion is in the sky, in the street, fashion has to do with ideas, the way we live, what is happening.
    Coco Chanel